Fue un viernes, fui a la universidad a realizar unos trámites, que no pude culminar porque la señorita que atendía me recibió con un "yo no veo eso" y tenía que regresar otro día porque "la persona encargada ya se retiró".
Caminaba hacia la puerta de salida con la sensación de haber desperdiciado mi día, cuando me encuentro con Jorge, un viejo amigo de la universidad. Recordamos nuestra épocas de cachimbos, desde cuando comparábamos nuestras calculadoras y cuando estuvimos a punto de trompearnos por una flaca que al final se hizo enamorada del musculoso de la promoción, un webas triste; conversamos de nuestras carreras, de nuestras familias y hasta de nuestros proyectos. Me contó que se encontraba desempleado y no le creí:
- No te creo que estés desempleado Jorge.
- Para que veas Elmo, así son las cosas.
- Pero tú trabajabas en el Ministerio
- Claro
- ¿Y por que te despidieron?
- Es que cambiaron al ministro y el cargo era de confianza.
- Oe, pero tú hiciste un MBA.
- Si y sabes lo que aprendí
- No, ¿qué?
- Que el peor negocio que puedes hacer es casarte y que nadie cuida tus intereses mejor que una amante.Y nos dieron las 10 de la noche dentro de la universidad. Ibamos saliendo cuando, casi al llegar a la puerta de salida, nos encontramos con la fiesta de cachimbos de la Facultad de Geología, donde a ritmo de reggeaton los cachimbos estrenaban su cabeza pelada y se aburrían con su cigarro y su cerveza personal comprados con sobreprecio en la misma fiesta.
Los de las promociones más antiguas le daban duro al baile, al trago traído en mochilas, se entonaban con unos cigarros que compartían y se disputaban las pocas chicas que estaban disponibles en una facultad de hombres.
Nos pedimos, con Jorge, una sixpack y nos quedamos a ver. El (des)animador en el escenario anunciaba el concurso Miss Geología. Lo que vi en el escenario me impacto por lo menos es el primer momento, yo esperaba un sencillo concurso de belleza con modestas concursantes femeninas, lo que vi fue hombres vestidos mujer.
En los parlantes se escuchaba:
“Con ustedes Mis 2004, sus medida 90-60-Revienta, piensa especializarse en exploración profunda, sus hobbies son escuchar música y fornicar, tiene como novio al dueño de la fotocopiadora, el negro Wilson. Wilson es experto rellenado el tóner y nunca se mancha las manos.”
Y así pasaron todas las "candidatas" lanzado besos volados al animador y tratando de ganar una opinión favorable del jurado, cada una de ellas más disforzada que la otra.
- Y tú a quien le vas, Elmo.
- Ya pe’ Jorge, no jodas, son hombres …
- Tú no cambias ¿no?
- ¿Te das cuenta cómo se ha degenerado la universidad?
- Ya, no te hagas el estrecho que en nuestra época también pasaba lo mismo. Y efectivamente hurgando entre mis recuerdos encontré nuestra fiesta de cachimbos. Corría en año 1984, se había anunciado el concurso de promociones para elegir a la reina de la facultad y nuestro grupo de 10 amigos (en realidad 9 porque
Elina era sólo mi amiga y no del grupo, pero donde yo iba ella también entraba), el más entusiasta y el más estudioso, ante la apatía del resto de la promoción, se propuso tener una “candidata” para el concurso. Jorge que era el líder del grupo, sentenció que Manuel sería nuestra representante en mérito a su delgadez.
Llegado el día del concurso, Rossana y Milagros, las dos chicas del grupo se hicieron presente con todo su arsenal femenino (lápiz labial, rubor, delineador, base, etc.) y con la promesa de “nadie te va a reconocer” convirtieron a Manuel en Manuela, una candidata de fuerza, una Lady Diana en versión peruana. El vestido lo trajo Fernando, que era el que vivía más cerca a la U, según contó, le prometió a su hermana acompañarla a la fiesta a la que no le dejaban ir sola y ella accedió a prestar uno de sus vestidos.
Por supuesto, al grito de “Viva la Manuela” ganamos el concurso, por ser carne tierna a decir de las promociones anteriores. Manuel se ganó el apodo de Manuela durante todo el tiempo que estuvo en la universidad.
- Y que sabes de Manuel …
- Nada, desde que se casó.
- Bien aventado era ese tío …Y vaya que hay que ser bien aventado, no cualquiera se disfraza de mujer y en frente de todos hace el ridículo, eso requiere de una gran personalidad. Y recontraaventado, para casarse a los 18 años estando en segundo ciclo y con un hijo por nacer.
Me puse a pensar que de haber estado en los zapatos de Manuel no hubiera demorado más de dos años en obtener mi primer ascenso y oficina propia en mi primer trabajo.
En efecto, en la segunda fiesta de aniversario en la que estuve presente, el Gerente General, un ingeniero alemán, empresario y corredor de autos, que más paraba fuera del país, se acercó a cada una de las mesas para saludar y bromear. Cuando me toco el turno:
- ¿Tu ser nuevo? …
- No señor, tengo casi dos años trabajando aquí.
- ¿Cómo llamarte? ...
- Elmo Nofeo, señor.
- Elmo Nofeo ¿no?
- Si señor.Como parte de la fiesta, las chicas organizaron un concurso de travestis y entre los concursantes, representando al Área de Telecomunicaciones, había sido elegido yo. Me llevaron detrás de un biombo, me maquillaron, me acomodaron una peluca, me pusieron una falda, me prestaron unos zapatos con tacos # 9, me remangué el pantalón hasta ocultarlo debajo de la falda y lucir mis piernas. Todo en cuestión 15 minutos, luego de lo cual salí a la pasarela improvisada junto con mis ocasionales rivales.
Durante el desfile me tropecé y caí por culpa de los tacones, al levantarme se me desremangó el pantalón, al tratar de volverlo a remangar se me cayó la peluca y mi sonrisa de Monalisa, esforzadamente ensayada, se desdibujó por completo.
Es obvio que no gané el concurso, lo ganó un tío mayor del Área de Administración, con más experiencia en estas lides, pero los aplausos y las risas los gané yo.
A partir de entonces, cuando el gringo alemán me encontraba en los pasadizos me decía “Chistoso Elmo Nofeo”.
La parte feliz y mi recompensa llegó cuando mi jefe sugirió mi promoción, el Consejo de Directorio aprobó y me ascendieron a Jefe de Área, lo que me daba derecho a tener oficina propia y cambiar el mandil verde por un mandil blanco.
Y todo gracias a una falda, una peluca y unos tacones # 9.